Esta se había declarado fascinada con el concepto de tener una institución así, por lo que rogó a su amiga que la dejara entrar. La Logia local concedió su permiso, haciendola ingresar como miembro. Allí esta intentó conseguir a una pupila, pero cada 6 meses habían 25 chicas disponibles para al menos cuarenta aspirantes. La logia había aumentado, pero el Internado seguía siendo un colegios de seis ciclos anuales con unas 25 alumnas cada ciclo. La americana tendría con suerte una oportunidad en un par de años. La Señorita en cuestión era una solterano heredera de una de las grandes fortunas de Nueva Inglaterra. Su patrimonio se componía de ferrocarriles, fundidoras de acero y barcos de carga trasatlánticos. Así que ella hizo algo muy americano: decidió fundar su propio Internado.
Pero era la época de la Sociedad de Naciones, por el mundo recorría un viento de internacionalismo así que nuestra chica americana quizo que el Internado Americano sea fundado con la supervisión de el Internado Europeo. Así que ella había llegado allí con la idea de nombrar una comisión para que acudiera a USA y ayudaran en la constitución del nuevo instituto. La segunda idea que hizo levantar las cejas de la madre superiora era esta: las hijas ilegítimas de cualquier familia acomodada Europea podrían escribirse allí y estos pagarían la educación y mantención de la alumna. Las hijos extramatrimoniales en la época eran una vergüenza que se debía ocultar, eran enviadas comunmente lejos, para ser criados por terceros por un pago. Muchas veces crecían sin llegar a saber nunca quienes eran sus padres, o sabiéndolo, no podían acercarse a ellos.
Cada año, cientos de estas criaturas venían al mundo en toda Europa. Cada año costaba una pequeña fortuna reclutar niñas huérfanas de las manos de ambiciosos funcionarios de orfanatos, y para peor, estas operaciones siempre serían ilegales. La Abogada estaba segura que se podía reunir fácilmente las 25 reclutas que cada seis meses necesitaba el Internado para funcionar, con la diferencia que esta operación no generaría costos y sería legal. Además, los altísimos costos de la manutención de las niñas se verían considerablemente reducidos. Solo se necesitaba la voluntad para cristalizar la idea, por lo que pedía ayuda a ambas mujeres para hacerlo. Cuando expuso su idea lo hizo en el francés que había aprendido en el Internado con elegante acento parisino, con al claridad que había adquirido en Oxford, con el entusiasmo de una Londinense y con los ojos brillantes llenos de inteligencia y voluntad. Al terminar, sus mayores estaban más que entusiasmadas. Su antigua sinodal tuvo que controlarse para no llorar de la emoción de ver en que se habia convertido su antigua pequeña y la directora tuvo que contener las ganas de aplaudir, orgullosa de esta extraodinaria ex-alumna.
De la misma manera, el Consejo se rindió ante ella. Se dedicó a cristalizar sus ideas con una energía que a muchas les recordaba a la Dama fundadora. Con esa misma energía viajó a América para asistir a la primera reunión de la Logia Americana donde su discurso fue aplaudido de pie. Hermanó a ambas logias, con lo que lograría que las inmensas fortunas americanas ayudaran al instituto europeo. De regreso a Europa siguió trabajando en el mejoramiento de las condiciones del Internado Europeo y años después logró viajar a Connecticut, para conocer el nuevo Internado. A orillas de un lago, en una regiòn conocida como New Fairfield, se levantò el impresionante Internado Americano.