Un detalle anecdótico fue que desde el principio a la joven ex-monja se le salía llamar a la directora madre superiora. Después de cierto tiempo, la mayoría de las profesoras y tutoras la llamaban así. Desde entonces, a las directoras se las ha conocido con ese nombre y aunque el nombre no aparece en contratos ni en correspondencia alguna todo el mundo se dirige a esta autoridad llamándola así. Podría parecer ridículo y sin sentido, pero actualmente a nadie se le ocurrirla llamar a la directora de otro modo. La primera madre superiora resultó ser una directora formidable, no habla un segundo de su día que no estuviera pendiente de alumnas, tutoras, profesoras, personal de cocina y administrativo. Se levantaba en medio de la noche para revisar que todo el mundo estuviera durmiendo como es debido, probaba alimentos, aprobaba presupuestos, reprobaba conductas, era todo un torbellino de actividad.
El personal pronto tomó esta actitud como una inspiración. Todas ellas, mujeres inteligentes y preparadas, habían sufrido la marginación que su orientación sexual provocaba en la época, por lo que la idea de un sitio donde lo normal era su alternatividad las emocionaba, haciéndolas esforzarse al máximo en sus tareas. Esa mìstica en lo que hacían pasaría a sus sucesoras, manteniendo la excelencia académica del Internado permanentemente.
Si bien por esa parte las cosas en la naciente institución iban bien, en la pare económica los primeros años se asemejaron más a una tormenta constante sin vistas de llegar a puerto. La salvación vino con la primera pasada, como se conocería a la reunión de las donantes, como se llamó a las mujeres que deseaban participar de las ventajas del Internado y de las alumnas. Se realizó cuatro años despuès de su fundaciòn y para entonces el numero de alumnas se habla elevado ya a 80, con el proporcional aumento en tutoras, profesoras y personal administrativo y de mantenimiento.
Se discutió largamente como debía ser este evento. Nuestra dama rechazó de plano la idea de hacerlo como una fiesta de debutantes. Todas las partes debían, dijo, estar conscientes de los papeles que se imponía a cada una. Una fiesta así, solo aumentarla los nervios de ambos grupos, obsticulizarìa el intento de la mayor para conocer a la menor y haría que esta no pueda juzgar correctamente a su futura tutora. Porque hubo algo en que todas las damas que se reunieron para tratar este asunto estuvieron de acuerdo: las niñas debían ser libres para escoger, ellas estaban educando mujeres sumisas y de bien, pero ese papel que por la época ellas consideraban natural en una mujer debía ser aceptado en forma consensual. Por muy poderosa que sea la donante y aùn con el riesgo de perderla se decidió dejar en el libre albedrío de las pupilas su aceptación o rechazo de la relación. Para la època, tal actitud era insòlita, los niños y adolescentes carecían de derechos. Pedirles y aún más, respetar su opinión no tenìa precedente.
De igual manera, la madre superiora con el apoyo de nuestra dama había limitado los castigos físicos a nalgadas dadas con la mano en caso de faltas leves, con un cepillo en reincidencias o faltas graves y solo ella tenía la facultad de azotarlas en el trasero desnudo con una correa de cuero. Por aquella época los escolares eran azotados con varas y látigos, en sitios como la espalda, brazos, muslos y pantorrillas, se los abofeteaba en el rostro con tal fuerza que se les hinchaba la cara por dìas, las haladas de cabello y las sacudidas de la cabeza eran tales que no era raro que quedaran con problemas de equilibrio. Comúnmente se aceptaba que los maestros tenían tal derecho, incluso los padres agradecìan que alguien los ayudara a disciplinar a sus críos. Ellos mismos azotaban sin piedad a sus hijos, aumentando a esto torturas como quitarles la comida, untarles partes de su cuerpo con substancias irritantes, encerrarlos en cuartos diminutos como armarios o sótanos. Hay toda una literatura que atestigua esto. Allá en los buenos viejos tiempos, no se vivìa la infancia, se la sobrevivía. Comparado con esto la disciplina en el Internado era benigna.
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