EL INTERNADO.
En l.898, el año en que aún vivía la Reina Victoria, fue fundado el Internado. A lo largo de su historia, se lo ha conocido solo con ese nombre. Su fundación se debió al esfuerzo de una dama victoriana, cuya historia es bastante sencilla. Separada de su amor en la adolescencia, de una forma cruel pero discreta, vivió en carne propia la brutal discriminación que sobre los homosexuales pesaba en esa época. Enviada lejos, sus ansias de revancha la hicieron seducir a un rico heredero. Soportó un sexo que le resultaba insípido, grosero, con la esperanza de volver a ver a su amor. Cuando por fin pudo buscarla, lo único que encontró fue una tumba. Aunque tuvo la suerte de heredar a una joven pupila, que ocupó en parte ese inmenso vacío en su corazón, esta no satisfizo en último caso a sus deseos y necesidades por lo que decidió alejarla. Para entonces se había hecho de una pequeño círculo de amigas íntimas, lesbianas y ricas como ella. De sus conversaciones surgió la idea del internado, un colegio que preparara a jóvenes para ser esa otra mitad que desesperadamente todas ellas necesitaban, pero que el mundo en el cual vivía hacía casi imposible esa búsqueda. Se dieron cuenta que todas las jóvenes eran educadas toda su vida para el matrimonio heterosexual, así que, se preguntaron ellas, ¿si hubiera un sitio donde se educaran para la vida junta a una amante lesbiana?.
La dama en cuestión, que ya para esa época manejaba los negocios de su esposo, puso manos a la obra, con una energía que la había hecho una de las mujeres de negocios más exitosas de su época. Casi todo el chocolate que se consumía en Europa ella lo comercializaba. En Ecuador, ella compraba prácticamente el 100% de la producción. Su genialidad la había llevado a comprar el chocolate en pesos mexicanos que obtenía a un excelente cambio, luego vendía al chocolate en francos y libras esterlinas, lo que hacía de su ganancia algo gigantesco. Así que por lógica, decidió que el Internado debía estar en un país que procesaba gran parte de su actividad, además de tener una legislación que consideraba las actividades privadas como algo sagrado, Suiza.
Junto a un lago, en el límite de la zona francesa y alemana, se compró un terreno y se empezó la construcción. Nuestra dama, había leído el método de educación de su heroína personal, la reina Victoria, insistió que cada futura alumna tuviera una tutora sinodal, una institutriz personal que la supervise todo el tiempo. Las niñas no debían estar solas nunca y debían estar constantemente recibiendo educación y adoctrinamiento. Debían recibir clases y al salir, pasarían a manos de sus tutoras que las acompañarían a comer y las vigilarían constantemente aún en su tiempo libre. De la misma forma, ella deseaba que recibieran la mejor educación posible, aumentando a esto una higiene que hubiera sido considerada revolucionaria en Europa: un baño diario, aseo bucal, masajes y depilación en las zonas íntimas.
Se había inspirado en las estatuas griegas, que en esa época llegaban por cientos a su país, compradas a un precio ridículo a campesinos del Mediterráneo. Fue ella quien entrevistó personalmente a cada candidata a profesora y tutora. La impresionó especialmente una alta mujer de mediana edad, de noble semblante. Durante la entrevista averiguó que pertenecía a una noble familia austriaca, que había sido monja y que había llegado a madre superiora. Lamentablemente se había enamorado de una novicia, a la cual había puesto bajo su protección. Luego, ya siendo la chica monja, se habían vuelto amantes y hubieran vivido pacíficamente en su convento sino hubiera sido delatada por un grupo de monjas que ambicionaban su puesto. Expulsadas, ambas estaban en la indigencia, pues no podían acudir a sus familias, que naturalmente las habían repudiado. Terminada la entrevista, nuestra dama estaba segura de haber encontrado a su directora.
Terminado el aspecto contractual, el Internado empezó con 12 profesoras, incluyendo a las exmonjas, con la antigua madre superiora como directora, 24 tutoras sinodales y 24 alumnas. Las chicas en su mayoría habían sido escogidas por agentes contratados en los orfanatos de Europa central y oriental. De edad escolar, eran doce bellezas en ciernes, tímidas y recatadas, adolescentes típicas de su época. La primera foto del internado, las muestra mirando a la cámara, cada una junto a su tutora, mujeres de adusto semblante, todas ellas entre veinte y treinta.
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