domingo, 23 de octubre de 2016

Se decidió después de mucho discutir, que la reunión sería cual una exhibición de cosas bellas que se podrían adquirir. Se llegò a esto porque se quería desnudar de toda hipocresía a lo que allì pasara, que era igual que lo que pasaba en el exterior. Las fiestas de debutantes eran una descarada exhibición de carne a la venta, su pompa y oropel servìan ùnicamente segùn las damas que formaban el primer consejo para cegar a las jóvenes, que no veìan la realidad de la finalidad del evento, que era la ambición de sus familias por hacerlas contraer los lazos màs ventajosos para ellos no importando la opinión de la virgen que irìa al sacrificio. Muchas de ellas vivìan en carne propia el resultado de eso, viviendo en uniones que escasamente llegaban unicamente a soportar.

Asì, decidieron ellas, a las jòvenes del Internado se les explicarìa exactamente cual era el fin de esta reuniòn, o sea, debìan escoger a una mujer que pudieran llegar a enamorarse y amar, la cual les proporcionaría amor y protección durante tanto tiempo como ellas necesitaran. Para recalcar esto se las exhibirìa en hermosos y sensuales vestidos dentro de una vitrina. Cuando las donantes pasaran frente a ellas, harían una reverencia y lentamente darìanse la vuelta para mostrar sus atributos. La donante conversarla  primero con la tutora sinodal, que estarìa parada cerca de la vitrina. Si sentìa que estaba realmente interesada en la jovencita, se acercarìa y golpeando el vidrio tres veces harìa que la joven abandonara el exhibidor para pasar a una pequeña habitaciòn, donde les esperarìa te y bocadillos para que interactuaran durante media hora. 

El orden de entrada serìa por sorteo y se realizarìa tres veces, antes de la pasada fina, donde las donantes pedirìan a la pupila elegida que acepten su tutorìa. La chica podìa contestar hasta el final del evento. Demàs esta en decir que se aconsejó a las niñas ser amables con toda donante que pidiera entrevistarse con ellas y nunca mostrar rechazo a cualquier proposición. Sino gustaban, bastaba con nunca contestar. Igualmente se les advirtió que serìan tocadas y acariciadas, que debìan dar las gracias por cada caricia y aún por alguna nalgada, no debían asustarse pues era lo normal que se esperaba de ellas. En aquella época, hablar de sexo en forma explícita era violento para cualquier miembro de la sociedad a excepción de los marginales, así que estas educadas niñas poco o nada sabían de erotismo. Aùn asì, cuando de se les notificó de la reunión no hubo una sola de ellas que no se excitara y fantaseara sobre el mismo. 

Si por el lado de las debutantes la emociòn era alta no lo era menos por el lado de las donantes. Nuestra dama habìa recorrido, ya por negocios o específicamente por este acontecimiento, media Europa entrevistàndose discretamente con ricas herederas, damas de la alta y media nobleza, esposas de capitanes de la industria o del comercio y una que otra rica escritora. Pero fue en Baviera donde el destino la premiaría. Con una carta de recomendación fue introducida al salòn de una princesa de la casa reinante, mujer bellìsima y activa protectora de mùsicos, filòsosfos, poetas y escritores. La noticia de la existencia de un sitio como el Internado fascinó a la princesa que aceptò maravillada la invitaciòn a tal magno evento. Entre ambas mujeres floreciò una amistad sincera y una mutua admiraciòn, en los años siguientes se hizo evidente que serìa la princesa bàvara quien substituirla a la nuestra querida Dama en el timòn de tal singular empresa. 

Asì que la primera pasada, nombre como se le llamò al acto y por el cual se le conocerìa de ahì en adelante se llevò a cabo en medio de cierto desorden y confusiòn. Llegaron de distintos puntos de Europa  42 donantes que quedaron encantadas por las chicas y su educaciòn. Algunas de ellas se llevaron una sorpresa mayùscula al ser conducidas en el orden del nùmero que ellas mismas habìan sacado de una caja a una ala del edificio que imitaba un poco a una calle londinense conocida por su activo comercio y al observar cada escaparate se encontraban con una belleza adolescente, vestida con una corta bata transparente, que debido a la luz de las làmparas de gas dejaba pràcticamente al descubierto todos sus encantos.

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