Molly había tenido orgamos antes: a pesar de que uno de los delitos más graves dentro del Internado era la masturbación, en alguna ocasión cuando el sueño no acudía ella se sobó suavemente su “cosita”, como era el nombre que las chicas daban a sus órganos genitales, hasta que sintió que llegaba la lluvia. Esta, como una tormenta de verano, anunciaba su cercanía con lejanos truenos primero, que iban aumentando en intensidad hasta que la lluvia caía. Luego esta menguaba, pero la dejaba con una tranquilidad que se materializaba en un profundo sueño Sabía que si la pescaban o que si Marg entrando le olía las manos y detectada el olor a mar, lo que le esperaba era el cepillo y una paliza memorable. Así le había pasado a Rose, su compañera rubia de ojos verdes. Pescada in franganti, su tutora la castigó tres días seguidos. La pobre Rose lloraba cada vez que se sentaba y en el vestidor, antes de la clase de gimnasia, mostró los resultados del castigo a sus horrorizadas compañeras: las nalgas de Rose estaban llenos de verdugones morados.
Pero este orgasmo no se pareció a ninguno que había tenido. Llegó como un chubasco de primavera, de repente y sin avisar. Tomada por sorpresa, Molly gimió, casi gritó e intentó tomar la mano de su amante, pero esta de forma instintiva supo que no tenía que parar, así que ignoró el esfuerzo de Molly y siguó acariciando, con más fuerza aún. Para sorpresa de la muchacha, el chubasco aumentó de intensidad, lo que la hizo realmente gritar, para luego volver ha aumentar, lo que hizo que el grito se convirtiera en un largo gemido. Se abrazó a su amante y por fin comprendió de que hablaba Shekespeare al referirse a la “pequeña muerte”. Realmente parecía su espíritu no aguantaba más y pugnaba por salirse de su cuerpo. Finalmente, la tormenta empezó ha amenguar, pero la dejó tan débil que tuvo que quedarse abrazada de su dueña..
Esta estaba feliz, “le he hecho el amor, realmente con amor le he dado placer. !Qué maravilloso es esto!”, se decía, mientras abrazaba a su muñeca, la acariciaba y la calmaba. Se llevó su mano a la nariz y aspiró el maravilloso olor de mujer. No le importaba no haber ella tenido su orgasmo, el hecho de haberlo provocado en el objeto de su pasión la llenaba de una satisfacción que nunca había sentido. Volvió a besar a su amada, sonriendo por la cara de desmayo que esta tenía. Entonces, aunque se hubiera quedado allí con ella hasta el fin de los tiempos y hubiera repetido mil veces la experiencia, recordó lo que habia prometido respetar y se dio cuenta del porque de esas reglas. “Es lo mejor, que nos encontremos de a poco, con supervisión. Marg es formidable, es una mujer honrada que se gana su sueldo. Debo seguir los consejos de ella y las leyes del Internado. Ella tenía razon, la gran ganadora de todo esto es Molly”.
Despacio, la volvio a poner en la cama y tomó los afeites y cremas para acicalarla. Le colocó crema en la unión de las piernas con el cuerpo y en los plieges posteriores a las rodillas, en las axilas y en el cuello y en surco dorsal, donde jugó un momento con su anito. Molly se dejaba hacer, con los ojos semicerrados por la sensación agotadora de su reciente orgasmo. Luego le puso perfume en la parte posterior de las orejas, en codos y muñecas, en la parte superior del pubis y al hacer esto besó la bella vagina y finalmente en la parte baja de las nalgas, a las cuales obsequió con una palmada a cada una, que hizo que Molly se quejara y la mirara con ojos de reclamo.
Luego al abrir el armario fue Molly quien se irguió y con los ojos muy abiertos preguntó;”De donde salió esa ropa!?”. Entonces ella, que no acostumbraba ha hablar más de cinco palabras juntas, le explicó que las habia pedido vía telégrafo a Burlington, a la tienda general que había allí. “Tienes dos conjuntos nuevos, uno azul y otro amarillo, creo que empezaremos con el amarillo”. Vistio a una emocionada Molly, que le daba las gracias y un beso, que la besaba y le daba las gracias, mientras admiraba su nueva ropa, lazaba exclamaciones de emoción, la abrazaba y le decía que era maravillosa. Se movió tanto que la mayor tuvo que darle un par de nalgadas para que se esté quieta, cosa que lo logró por cinco segundos. Resignada ante tal despliegue de hiper actividad, la armera terminó de vestirla, encantada de sus arrumacos.
Al salir, Marg las esperaba, sentada en un banco que colindaba con el corredor. La armera tuvo que admirar su constancia, ¿cuánto habían demorado allí adentro?, sin embargo, no había rastro de impaciencia o cansancio. Le recordó que luego del almuerzo tendrían toda la tarde libre, recomendándole un paseo por el lago, que era muy hermoso en esa época del año, insistiendo que tenían que conversar, conocerse. Le pidió hacer un esfuerzo, sabía que la conversación no era su fuerte, pero necesitaba que Molly se familiarice con ella lo más posible. La idea, le recordó, eran que pasen juntas por el resto de su vida y para lograr esto primero debían conocerse, no volverse amigas, en el sentido clásico, porque ella era la dueña y la menor era su pupila, pero debían tener una familiaridad que las hiciera comprenderse sin hablar. “¡sin hablar!, ¿Molly?”, pensó para si misma la armera, sin embargo asintió mientras que conducía de la mano a Molly al comedor.
Nalgadas (spanking) e Historia.
martes, 8 de noviembre de 2016
Mientras el Internado americano lograba estabilidad, el europeo pasaba por una crisis tras otra. Se habìa perdido para el mundo occidental el Imperio Ruso, que tenìa ahora el extraño nombre de Uniòn de Repùblicas Socialistas Sovièticas. A la abogada, este nombre le sonaba a compañìa naviera, por lo que, junto a medio humanidad, se negaba a usarlo. Para ella seguirìa siempre siendo Rusia, sus habitantes, sean ucranianos, georgianos, armenios, chechenes, crimeanos, kazakos, etc. serian siempre siendo simplemente rusos. Y de estos estaba repleta Europa, rusos blancos los llamaban, eran antiguos nobles, industriales, terratenientes, burócratas a los cuales la revolución de 1.917 les habìa arrebatado todo. Estaban en la indigencia, pero aùn conservaban los genes de generaciones de vida privilegiada por que su prole, en especial sus hijas, eran unas bellezas.
Muchas de ellas se entregaron a la prostitución, única forma por la cual podrìan sobrevivir, ya que en esa época las mujeres tenìan cuatro alternativas en su vida: esposa y madre, religiosa, solterona que vivía bajo la sombra de algún pariente compasivo y prostituta. Ante tales limitadas posibilidades muchas evitaban la depresiva idea de unirse a un hombre inferior que las arrastre a una vorágine de descenso social, preferían la pobreza digna de la monja o la independencia de una meretriz. Y algunas afortunadas tuvieron la visita de una de las agentes del Internado.
Asì, a mediados de la dècada de los treinta, el Internado europeo estaba repleto de rostros eslavos. Bellezas altìsimas rubias, ojos claros y de piel pálida caminaban por sus corredores en medio de risas y chistes. Estas habìan sido entregadas bajo legal tutelaje a la institución, que las adquiría con el ùnico compromiso de colocarlas como protegidas de damas de buena posición económica. Costo de adquisiciòn de las chicas: cero. Educadas para que sean perfectas sumisas, también se les instruía sobre sus derechos: nunca harìan labor domèstica aunque se les enseñaba a cocinar, siempre tendrìan un armario con ropa del año aunque se les enseñaba a cocer y tejer, nunca trabajarían para mantenerse aunque se las acostumbraba a levantarse con el sol y a estar ocupadas todo el dìa hasta acostarse.
Se les hacia aprender el andar garboso, lento y elegante de una dama aunque se les enseñaba gimnasia y deportes de contacto, se les mostraba como debería funcionar el mundo y como realmente funcionaba el mundo. Esta duplicidad, repetida una y mil veces en todas sus actividades, la constante presencia de una sinodal que aleccionaba, regañaba y cuidaba durante todo el tiempo, las moldeaba como dóciles alumnas pero completamente conscientes de su posición. Eran la èlite, una élite secreta que vivía en un mundo secreto. Estaban ellas, las alumnas, que tenían sus leyendas y reglas no escritas, las tutoras sinodales, que vivían entre ordenes dadas en voz alta a las chicas y susurrros cuando hablaban entre ellas. Estaban las profesoras, que aunque periféricas, eran determinantes en la formación de este tipo especial de mujer, estaban las bedeles, cocineras y camareras que nunca hablaban, pero que todo lo veían y todo lo sabían. Y encima de todo esto, la madre superiora y la inspectora general, que cual diosas parecían estar en todas partes.
Olga y Tatiana eran felices en ese ambiente. Reglas claras, trabajo continuo, tierna amistad juvenil, todo esto llenaba más que satisfactoriamente la vida de las chicas. Pero este año era especial: les tocaba su primera pasada. Esto prácticamente les quitaba el sueño. No sentían angustia, sino expectación y por que no, un poco de temor. Temor a no gustarle a nadie, que nadie les guste y aún existía la posibilidad de las dos cosas juntas. Y la expectativa era por esa cosa de la cual este año sin querer habian recibido abundante información: el sexo.
Todo había empezado en los primeros días de el primer trimestre, el de primavera, le llamaban. Se había vuelto ha abrir el área que colindaba a el ala donde estaban las aulas de música, un pequeño jardín que daba a un terraplén de unos tres metros de altura con una pendiente de unos 45°. A ellas les gustaba ir allí porque pocas alumnas iban allí. Sus tutoras no hacían problema por esto, la vista era preciosa y habían cómodos bancos de madera y a ellas les permitía conversar sin que nadie las oiga. Habían cosas que solo se contaban la una a la otra, como sus fantasías sobre su pareja ideal, quién era de sus compañeras la que audazmente se masturbaba y otros chismes de su pequeño mundo colegial. Ese día les dio por pararse al pie del terraplén y empezaron a caminar por el borde, casi de inmediato sus sinodales les advirtieron en alta voz que se alejaran de allí, a lo que ambas respondieron al únisono:”Si señora!”, y se alejaron un par de metros, pero seguían caminando y hablando, tan emocionadas que no se dieron cuenta que ese movimiento las había desorientado y en vez de caminar paralelas al borde el terraplén estaban caminando en dirección a él.
La primera en perder el equilibrio fue Tatiana, que braceó inútilmente buscando donde sostenerse, lo que provocó la respuesta instintiva de Olga, que intentó sostenerla, con el resultado que se vió arrastrada por ella. Rodaron o mejor dicho rebotaron hacia abajo unos cuatro metros y tuvieron la suerte de haber caído en línea con un arbusto al cual quedaron enganchados. Allí lograron un poco volver a enfocarse pues su sentido de equilibrio y orientación quedó en cero por las volteretas, a lo lejos oyeron los gritos de las sinodales y después de un momento, los brazos de estos que las recogían. Estas habian bajado el terraplén sentadas y a gatas hasta llegar donde ellas, donde las revisaron para medir sus heridas. En sí no se habían hecho mayor daño, pero el arbusto las había arañado en el rostro, brazos y piernas, así que prácticamente sobre las espaldas de sus cuidadoras y estas a gatas, salieron de allí con poco más que un susto.
Las llevaron cargadas a la enfermería, en medio de la conmoción de los que las rodeaban, pues los rasguños eran visibles y algunos sangraban. A medio camino, se encontraron con la enfermera, que rápidamente las acompañó al dispensario, donde hizo acostar a las heridas, hizo salir a todos los curiosos y cerró la puerta. A esas alturas, Tatiana y Olga estaban llorando, más que por el dolor de las heridas o la proximidad de una curación dolorosa, sino por la cara que veían en sus sinodales: si las miradas pudieran matar, ellas estarían muertas. La enfermera limpió (doloroso), desinfectó (más doloroso) y luego de poner en varias partes partes pomadas desinflamantes, procedió a vendar y cubrir los rasguños más profundos. Su diagnóstico finalmente fue:”las niñas están bien, no les quedará cicatrices si no se rascan y se cuidan las heridas, no tienen chichones por lo que los golpes en la cabeza no fueron graves”. Cuando terminó de hablar, las sinodales volvieron a respirar.
La responsabilidad que ellas tenian al cuidar a sus pupilas era total, cualquiera herida o lesión que sufrieran sus niñas les sería totalmente impugnadas a ellas. Una cicatriz sería considerada una catástrofe que podría provocar hasta el despido de la cuidadora, además, estaba el hecho que el
costo de la curación de la pupila era descontado del sueldo de la sinodal, además de una multa que por contrato podía llegar al 33% del total y no solo eso: todo el mundo sabía que la madre superiora era la única que tenía la potestad de azotar a las alumnas con una correa en el trasero desnudo, pues ese mismo tipo de disciplina ella no dudaba de aplicarla a sus subordinadas, maestras y sinodales. Si a muchos de los que leen esto, hijos del siglo XXI, les parecerá ridículo o increíble, solo les recuerdo que los azotes se aplicaron a personas adultas de la servidumbre hasta la década de los cincuenta, en las prisiones se prohibió azotar a los reos de ambos sexos hasta los setenta. Y hablo de la civilizada Europa.
Así que, a pesar de tranquilizarse, volvieron a preguntar:”¿está segura que están bien?” a lo que la enfermera respondió haciendo un último examen, examinado las pupilas, con luz primeo y luego haciéndolas seguir su dedo índice, al terminar dijo:”cien por ciento segura”. Entonces, con cuidado, bajaron a las chicas de las camillas y llevándolas hasta dos muebles que se encontraban frente a estas, cómodo sofás que podían ser usados como camas de acompañantes, procedieron a bajarles la ropa inferior, para colocándolas sobre la rodilla izquierda, haciéndolas apoyar al respaldo del mueble, procedieron a encajar su muslo en medio de las piernas de estas, provocando que el cuerpo de las niñas se curvaran brotando las nalgas. Y allí, ignorando las súplicas de piedad y las declaraciones de inocencia, procedieron a nalguear con fuerza y ritmo las mejillas inferiores de sus protegidas.
Lo primero que le enseñan a una sinodal es que el castigo no debe ser aplicado estando ella enojada, puede aparentarse enojo para infundir temor, jamás miedo, pero el castigo debe hacerse con la cabeza fría. Pero esta vez estas sinodales estaban enojadas, con el enojo que provoca el miedo, porque realmente se habían llevado un susto de muerte cuando vieron a sus traviesas caer. Así que demoraron unas 25 extra fuertes nalgadas en detenerse primero una, después la otra y procurar tranquilizarse. Para entonces, Tatiana y Olga estaban llorando a moco tendido, mientras repetían como en una letanía las mismas súplicas y ruegos; tenían las nalgas ya de un color rojo y sus ojos buscaban los de sus sinodales esperando lograr clemencia.
La sinodal de Tatiana fue la primera en calmarse y juzgó la situación, la lección debía recordase, debían aprender a cuidarse y no debía ni ocurrírseles acercarse de nuevo a ese sitio, así que reanudó el castigo e ignoró el aullido que brotó de la garganta de su niña. “!Silencio o recibirás el doble!”, sentenció con voz alta, por lo que Tatiana procuró controlarse, bajando la fuerza de sus quejidos. Entonces la sinodal de Olga reanudó también el castigo y el llanto de Olga se unió a la letanía de dolor. Los azotes, rítmicos iban en serie de cinco: primero en la parte superior de las nalgas uno en cada una, después uno en cada parte inferior y finalmente uno que debía impactar en la unión del surco dorsal con la vagina. La sinodal de Tatiana contó cinco series antes de parar y la sinodal de Olga , que procuraba apoyar a su compañera hizo lo mismo.
Recibieron la orden de ponerse de pie recordándoles que estaba prohibido frotarse las nalgas después de un castigo. Ambas, que sentían que tenían el trasero enorme, se pararon llorando descontroladamente. Ambas se acercaron a sus sinodales, que tomándoles de la barbilla las obligaron a verlas a los ojos y según el protocolo, procedieron, con voz suave, a preguntarles porque habían sido castigadas. En medio de hipos y sollozos, ambas procedieron a reconocer su culpa por no haber tenido cuidado. Entonces, delicadamente, las sinodales subieron su ropa interior y abrazándolas, empezaron a limpiar sus lágrimas y a calmarlas. Como siempre, la receptora del castigo terminaba abrazando a la ejecutora del mismo, dejándose consolar segura de que el mismo estaba más que justificado.
Las funcionarias del Internado se entendían por señas, la enfermera hizo el gesto de “necesitas la crema” lo cual recibió la señal positiva de las sinodales. A la vez, estas jugaron a la buena y a la mala para reafirmar la finalidad del castigo: mirando a los ojos de Olga, que era la más rebelde, su sinodal le comunicó que el día siguiente, antes de acostarse, continuaría el castigo, a lo cual la sinodal de Tatiana inmediatamente se unió con gestos afirmativos de la cabeza. “NOOO, por favor, no, hemos aprendido la lección, seremos buenas, cuidadosas, POR FAVOOOOR!”, a lo cual la sinodal de Olga, que aprovechaba cualquier oportunidad para domar el fuerte carácter de ella le respondió:”¿es idea mía, señorita, o ud me está haciendo una rabieta? ¿qué es lo que debe contestar una alumna cuando se le comunica que va ha ser castigada? Porque si lo ha olvidado puedo hacérselo recordar en el sofá.” Olga sollozaba inconteniblemente, así que dramáticamente logró que de su boca saliera:”Gracias señora, gracias por cuidar de mi educación y castigarme apropiadamente”.
La sinodal de Tatiana alzó las cejas mirándola, así que esta también en medio de el llanto pronunció la frase protocolaria, entonces como ya estaba sobre entendido, mirando a la sinodal de Olga, dijo:”Yo creo que suenan sinceras, si mañana se portan a la altura, o sea ni siquiera dan que decir una palabra creo que podemos perdonar el castigo de ese día”. La sinodal de Olga seguía viéndola a los ojos, con una mirada que había provocado en Olga unas lejanas ganas de orinar, finalmente, como si no estuviera muy convencida, la sinodal dijo:”bien, ya veremos”. Ambas chicas sintieron que tenían esperanza de evitar la segunda paliza, ya que si una sinodal si lo juzgaba necesario podía castigas hasta tres días seguidos a su alumna por una falta, así que se prometieron a si mismas que en lo que restaba del día y en todo el día siguiente no iban ni siquiera a respirar muy fuerte.
Cuando las tomaron por la cintura y volvieron a bajarles los interiores, ambas volvieron a llorar creyendo que el castigo iba a continuar, pero cuando vieron a la enfermera acercarse con el pomo de crema contra las irritaciones, se tranquilizaron. Las sinodales aplicaron generosamente la crema en sus nalgas avanzando hasta sus vaginas, lo que les provocó un “!oh!” involuntario en ambas. Sonriendo para sus adentros, las sinodales se entretuvieron por un rato frotando esas bellas vulvas hasta que las vieron hincharse. Entonces, complacidas, ya que esa era la respuesta que se esperaba de una alumna después de una buena nalgueada, se detuvieron. Volvieron a colocar la ropa interior se despidieron de la enfermera dándole las gracias haciendo que las pupilas agradecieran también.
Salieron de la enfermería tomadas cada una de la oreja por su sinodal, que para vergüenza de estas las hicieron caminar así todo el camino hasta la clase que les tocaba, francés. Entraron a la clase, que ya había empezado, escuchando como justificaban su atraso comunicando en voz alta que habían sido exhaustivamente nalgueadas. La profesora anoto la justificación y ellas tuvieron que aguantar las miradas de toda la clase, que las siguieron esperando verlas sentar: la queja por lo bajo que salió de cada una de ellas más las caras que pusieron al sentarse provocó risitas en la clase. Llamando al orden la profesora impuso silencio y la clase continuó sin más. Nuestras pobres chicas sentían cada vez que se movían fuego en sus nalgas. Pero después de un momento, cuando Tatiana le pidió a Olga la regla para subrayar una frase, esta le guiñó un ojo, lo que provocó una sonrisa. Ambas, jóvenes satisfechas de si mismas necesitarían más que una nalgueada para dejarse abatir.
Pero ese día y al día siguiente ambas caminaban como sobre huevos. Jamás hubo alumnas más dóciles ni más hacendosas. Cuando, después de un almuerzo donde mostraron unos modales exquisitos mientras luchaban por sentarse lo menos en contacto con la silla posible, acompañaron a sus sinodales a la hora del recreo, esperaron sumisamente que ellas les indicaran a donde iban ha pasar. Fueron al jardín detrás del Internado, un lugar donde iban la mayoría de las alumnas. Allí recordándoles que estaban en capilla, les indicaron una silla a unos 20 m de ellas donde debían estarse quietas. Y allí fueron, cogidas de la mano y se sentaron quietas, con la cara más angelical que lograron poner.
La sinodales respiraron y en susurros, como acostumbraban, lamentaban que esa no fuera la actitud permanente de sus traviesas. Ambas habían dado temerosas el informe a la inspectora general, que pidió que llevan a las niñas a la oficina de la madre superiora. Esta, alarmada primero, más tranquila
después al confirmas que las niñas estaban bien, haciendo salir a estas primero, procedió a regañar a sus subordinadas con fuerza. Ambas esperaban en cualquier momento que ella tomara la correa, pero no, les dijo que se les descontaría del sueldo todo los suministros médicos que se habían gastado en la curación de las chicas y regañándolas aún más, finalmente las despidió. Ambas tomaron a sus protegidas de la mano y durante unos momentos pensaron que no sería tan malo un segundo castigo.
Fue allí, sentadas quietecitas en ese banco que estaba al pie de un largo rosal, que oyeron la conversación que las turbaría y exitaría por el resto del año. Justo del otro lado del rosal, que tenía un metro y medio de ancho y que era frondoso y cargado de flores amarillas, se pararon a charlar dos chicas del año superior. Tatiana y Olga habían estado tan calladas que ellas no se dieron cuenta que era escuchadas:”me encanta del departamento que tiene en París, desde allí se ve la torre Eifel, ¿sabes que ahora le han puesto una hilera de bombillas por sus cuatro vigas principales y que las encienden de noche? Oh Dasha, vieras lo maravilloso que es verla encendida de noche!. Tiene una gran mesa, ahí es donde me echa de espaldas y me hace subir y abrir las piernas. Dasha, me devora, te lo juro! Lame, chupa, muerde, Estoy llena de chupones de ella!, pero es maravilloso, pareciera que no se cansara nunca, me hace acabar y acabar de tal forma que creo que voy a morir!”
A este relato, la segunda chica se reía con una risa cortita y aguda, mientras la primera le seguía contando:”y me compra todo lo que quiero, por supuesto procuro no abusar, pero si le pido un sombrero me compra tres, si le pido una sombrilla me trae seis!, no es mi cullpa Dasha. Y yo la adoro, es buenísima, la segunda semana que llegué arruine un vestido carísimo por salir como loca del carro, me enganche en una agarradera y lo rompí, creí que me castigaría allí mismo, ¿sabes lo que hizo?, fuimos a comprar otro y me hizo cambiar en el carro. Mientras me cambiaba me tomó de la cintura y me dio unos tiernos cachetes en la nalga, mientras me decía que si volvía a dañar ropa me daría más fuerte. Por supuesto yo me quejé, hice pucheros y todo, le pedí perdón y la besé, ella se olvido del asunto, en la cena me preguntó si me había dolido mucho, yo por supuesto le dije que estaba bien, que era mi dueña y que si quería podía comerme, eso la hizo reír. Esa noche me curó, qué no se, pero me curó y me engrió toda la noche, mientras me acariciaba. Oh, Dasha, es maravillosa, no se cuando me iré por fin con ella para olvidarme del ogro de mi sinodal!”.
La chica apelada dejó escuchar por fin su voz:”!Ten paciencia, querida Mila!, pronto nos iremos, solo nos faltan menos de dos años. Yo también muero por irme con Dafnee, es una mujer increíble, tan bella, tan elegante, tan paciente conmigo. Pero debo decirte que ella si es estricta, claro que lo que a mi me pasó no es nada comparado contigo. Como te conté, me perdí en el mercado de Milán casi por diez minutos, estaba al borde de la desesperación cuando ella me encontró. Dios mío, la cara que tenía!, estaba color de papel, cuando nos encontramos nos abrazamos y ella me consolaba, pero cuando llegamos a la casa me llevó al dormtiorio y desvistiéndome, dejándome de la cintura para abajo desnuda, me nalgueó con fuerza. Me hizo llorar, aunque me daba cuenta que no estaba enojada, me castigaba para asegurarse que nunca más me separe de ella. Y por dios que así lo he hecho”
Ambas se quedaron calladas un rato, entonces Mila preguntó:”Como te lo hace?” Dasha se río con fuerza y resondió:”le gusta la cama, no es muy aventurera. Eso si, me desnuda toda y me acaricia desde la punta del pie hasta la coronilla!, gusta de chupar mis senos, estos le gustan mucho, me aprieta las nalgas y me da nalgadas de amor, acaricia y chupa tu ya sabes que. Ella no se desviste, se queda con el corsé y los calzones. No sé porqué, pero no me toca preguntar. La noche que me desvirgó yo intenté desvestirla toda pero me dijo que no, que quizá mas adelante, no se porque es asi porque nos bañamos juntas y nos vestimos y todo, y allí ella se desnuda sin problemas, pero en la cama quiere permanecer medio vestida. Le gusta follarme con los dedos, adelante con dos y...” en ese punto Dasha se cayó, riendo como tonta. “Vamos querida”, le insistió Mila, “yo te lo cuento todo, cuéntame!”
Después de un leve forcejeo, Dasha en voz baja siguió:”me lo mete por… detrás”. Mila, asombrada preguntó:”en serio? Qué se siente?” después de un rato de pensarlo, Dasha dijo;”bien, o sea, raro en un principio, pero después bien”. Mila le dijo, que su amante también le tocaba el “huequito” de atrás, pero que hasta ahora, además de acariciarla allí no la había penetrado. Dasha, bajando la voz, le dijo que no se sorprenda si se lo hacían, le contó que había hablado con una alumna del último año y que esta le había dicho que todas las dueñas gustan de “encular”, así lo había dicho ella, a las chicas. “Nooo!” respondió Mila, “quién lo diría!”. Ambas chicas se rieron a carcajadas, lo que provocò una llamada de atenciòn de alguna de sus sinodales, que se oyò lejos pero clara. Recuperando la compostura, ambas caminaron en direcciòn de la voz con mando.
Tatiana y Olga quedaron conmocionadas, en algún momento mientras escuchaban la conversación se habían dado la mano y terminaron apretándosela fuertemente. Aunque ambas sabian que al aceptar el tutelaje significaba que quien se convirtiera en tutora sería su dueña, de su cuerpo y de su destino, la idea que tenìan de què significaba exactamente eso les era vaga. Sus sueños estaban llenos de nociones romànticas de damas amables que las besaban y les juraban amor, que las llenaban de presentes o las regañaban dulcemente. No habìan pensado en sì en que consistía el acto sexual entre mujeres. Aunque en las clases de ciencias les enseñaban principios de anatomía, donde se les explicaba claramente que el conducto vaginal era para ser penetrado, no se les había ocurrido que realmente podìa ser penetrado ni como. Respecto a la funciòn eròtica que el ano podía tener, para ella era un descubrimiento novísimo, que las dejò confundidas y excitadas.
Sus sinodales no les sacaban la mirada de encima, pero era notorio que no se habìan dado cuenta de lo que habìa pasado, asi que ambos se quedaron asì, juntas y fuertemente agarradas de la mano, mientras oìan su respiracìòn, que se habìa vuelto profunda y acompasada. Aùn asì, no dieron a notar su conmociòn y despuès de cierto tiempo, ya màs tranquilas, aflojando lentamente sus manos, empezaron a conversar. Olga fue la primera en hablar:”Cuidado con reirte como tonta, si lo haces te llamaràn y preguntaràn que pasa y tù mujer, eres pèsima mentirosa”. Tatiana se atragantò y aguantò la sonrisa nerviosa que subìa por la garganta. “Hablemos de otro tema”, le aconsejò Olga, “al mediodìa cuanto tengamos la hora libre, en los jardines caminaremos y comentaremos del tema, ya se nos ocurrirà algo para contar si nos interrogan”. Tatiana afirmò y hundiendo los labios, procurò poner el rostro màs impasible que pudo, mientras escuchaba que Olga empezaba a contar que la tarea de alemàn estaba demasiado larga. Tatiana, para la cual el alemàn era un grave problema, puso cara de tragedia y participò de las quejas de su amiga. Para sì mismo, se dijo que gracias a Dios, Olga pensaba ràpido y era decidida.
Olga habìa nacido en Vladivostock, al finalizar una de las epopeyas menos conocidas y màs extraordinarias de la historia, la retirada del ejèrcito ruso blanco de los Urales a través de toda Asia por el ferrocarril transiberiano. Unos 7.000 hombres con unas mil familias, en su mayorìa de los oficiales, cruzaron la màs grande masa terrestre de oeste a este hasta alcanzar la costa rusa del Pacìfico. Unas cinco mil almas lograron su objetivo embarcándose en viejos barcos de vapor y vela para intentar llegar a Europa vìa Shangai, Hong-Kong, Singapur, Calcuta, Bombay, Adèn, el canal de Suez y finalmente Marsella. Durante todo el viaje por tierra fueron hostigados por las tropas rojas, por bandidos y nòmadas. En el viaje por mar, las condiciones fueron deplorables: altos oficiales y nobles damas hicieron el trayecto hacinados en bodegas sin ventilación, subiendo a cubierta unicamente para hacer una humillante cola para recibir una sopa aguada y una hogaza de pan viejo. Pero allì, la madre de Olga habla sobrevivido y habìa hecho sobrevivir a sus cuatro vàstagos, dos varones y dos niñas, una recién nacida, nuestra Olga.
Cuando llegaron a Marsella, la madre de Olga habìa sacado de el forro de su vestido su màs grande tesoro: la diadema de su madre, de diamantes y los anillos de su tìa, que muriò soltera, que eràn de brillantes y esmeraldas. Los habìa conservado obstinadamente por miles de kilòmetros hasta que se
dio cuenta que era la hora de usarlos, así que acudiò a un joyero italiano residente que le ofreció por ellas bastante menos que lo que valían y aún así, ella se sintió afortunada. Con ello pudieron, alquilando una humilde pieza en un chalet bajo en el barrio de la ciudad donde vivìan los armenios, que estaba lleno de rusos ahora tambièn, sobrevivir unos años. Pero el padre de Olga era demasiado orgulloso para trabajar en lo que hubiera podido trabajar para sobrevivir. El capitàn, descendiente de un general de los ejèricitos rusos que pelearon contra Napoleòn, solo servìa para soldado y aunque su educaciòn y francès eran excelentes, apenas si podìa conseguir empleos momentáneos de vez en cuando. Finalmente, había conseguido un puesto de oficial de puerto en un pequeño buque mercante en el cual le pagarían al final del viaje. Así lo explicó a su mujer, que como mujer de esa época, asintió y aceptó.
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