martes, 8 de noviembre de 2016

Las funcionarias del Internado se entendían por señas, la enfermera hizo el gesto de “necesitas la crema” lo cual recibió la señal positiva de las sinodales. A la vez, estas jugaron a la buena y a la mala para reafirmar la finalidad del castigo: mirando a los ojos de Olga, que era la más rebelde, su sinodal le comunicó que el día siguiente, antes de acostarse, continuaría el castigo, a lo cual la sinodal de Tatiana inmediatamente se unió con gestos afirmativos de la cabeza. “NOOO, por favor, no, hemos aprendido la lección, seremos buenas, cuidadosas, POR FAVOOOOR!”,  a lo cual la sinodal de Olga, que aprovechaba cualquier oportunidad para domar el fuerte carácter de ella le respondió:”¿es idea mía, señorita, o ud me está haciendo una rabieta? ¿qué es lo que debe contestar una alumna cuando se le comunica que va ha ser castigada? Porque si lo ha olvidado puedo hacérselo recordar en el sofá.” Olga sollozaba inconteniblemente, así que dramáticamente logró que de su boca saliera:”Gracias señora, gracias por cuidar de mi educación y castigarme apropiadamente”. 

La sinodal de Tatiana alzó las cejas mirándola, así que esta también en medio de el llanto pronunció la frase protocolaria, entonces como ya estaba sobre entendido, mirando a la sinodal de Olga, dijo:”Yo creo que suenan sinceras, si mañana se portan a la altura, o sea ni siquiera dan que decir una palabra creo que podemos perdonar el castigo de ese día”. La sinodal de Olga seguía viéndola a los ojos, con una mirada que había provocado en Olga unas lejanas ganas de orinar, finalmente, como si no estuviera muy convencida, la sinodal dijo:”bien, ya veremos”. Ambas chicas sintieron que tenían esperanza de evitar la segunda paliza, ya que si una sinodal si lo juzgaba necesario podía castigas hasta tres días seguidos a su alumna por una falta, así que se prometieron a si mismas que en lo que restaba del día y en todo el día siguiente no iban ni siquiera a respirar muy fuerte. 

Cuando las tomaron por la cintura y volvieron a bajarles los interiores, ambas volvieron a llorar creyendo que el castigo iba a continuar, pero cuando vieron a la enfermera acercarse con el pomo de crema contra las irritaciones, se tranquilizaron. Las sinodales aplicaron generosamente la crema en sus nalgas avanzando hasta sus vaginas, lo que les provocó un “!oh!” involuntario en ambas. Sonriendo para sus adentros, las sinodales se entretuvieron por un rato frotando esas bellas vulvas hasta que las vieron hincharse. Entonces, complacidas, ya que esa era la respuesta que se esperaba de una alumna después de una buena nalgueada, se detuvieron. Volvieron a colocar la ropa interior se despidieron de la enfermera dándole las gracias haciendo que las pupilas agradecieran también. 

Salieron de la enfermería tomadas cada una de la oreja por su sinodal, que para vergüenza de estas las hicieron caminar así todo el camino hasta la clase que les tocaba, francés. Entraron a la clase, que ya había empezado, escuchando como justificaban su atraso comunicando en voz alta que habían sido exhaustivamente nalgueadas. La profesora anoto la justificación y ellas tuvieron que aguantar las miradas de toda la clase, que las siguieron esperando verlas sentar: la queja por lo bajo que salió de cada una de ellas más las caras que pusieron al sentarse provocó risitas en la clase. Llamando al orden la profesora impuso silencio y la clase continuó sin más. Nuestras pobres chicas sentían cada vez que se movían fuego en sus nalgas. Pero después de un momento, cuando Tatiana le pidió a Olga la regla para subrayar una frase, esta le guiñó un ojo, lo que provocó una sonrisa. Ambas, jóvenes satisfechas de si mismas necesitarían más que una nalgueada para dejarse abatir. 

Pero ese día y al día siguiente ambas caminaban como sobre huevos. Jamás hubo alumnas más dóciles ni más hacendosas. Cuando, después de un almuerzo donde mostraron unos modales exquisitos mientras luchaban por sentarse lo menos en contacto con la silla posible, acompañaron a sus sinodales a la hora del recreo, esperaron sumisamente que ellas les indicaran a donde iban ha pasar. Fueron al jardín detrás del Internado, un lugar donde iban la mayoría de las alumnas. Allí recordándoles que estaban en capilla, les indicaron una silla a unos 20 m de ellas donde debían estarse quietas. Y allí fueron, cogidas de la mano y se sentaron quietas, con la cara más angelical que lograron poner. 

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