Molly había tenido orgamos antes: a pesar de que uno de los delitos más graves dentro del Internado era la masturbación, en alguna ocasión cuando el sueño no acudía ella se sobó suavemente su “cosita”, como era el nombre que las chicas daban a sus órganos genitales, hasta que sintió que llegaba la lluvia. Esta, como una tormenta de verano, anunciaba su cercanía con lejanos truenos primero, que iban aumentando en intensidad hasta que la lluvia caía. Luego esta menguaba, pero la dejaba con una tranquilidad que se materializaba en un profundo sueño Sabía que si la pescaban o que si Marg entrando le olía las manos y detectada el olor a mar, lo que le esperaba era el cepillo y una paliza memorable. Así le había pasado a Rose, su compañera rubia de ojos verdes. Pescada in franganti, su tutora la castigó tres días seguidos. La pobre Rose lloraba cada vez que se sentaba y en el vestidor, antes de la clase de gimnasia, mostró los resultados del castigo a sus horrorizadas compañeras: las nalgas de Rose estaban llenos de verdugones morados.
Pero este orgasmo no se pareció a ninguno que había tenido. Llegó como un chubasco de primavera, de repente y sin avisar. Tomada por sorpresa, Molly gimió, casi gritó e intentó tomar la mano de su amante, pero esta de forma instintiva supo que no tenía que parar, así que ignoró el esfuerzo de Molly y siguó acariciando, con más fuerza aún. Para sorpresa de la muchacha, el chubasco aumentó de intensidad, lo que la hizo realmente gritar, para luego volver ha aumentar, lo que hizo que el grito se convirtiera en un largo gemido. Se abrazó a su amante y por fin comprendió de que hablaba Shekespeare al referirse a la “pequeña muerte”. Realmente parecía su espíritu no aguantaba más y pugnaba por salirse de su cuerpo. Finalmente, la tormenta empezó ha amenguar, pero la dejó tan débil que tuvo que quedarse abrazada de su dueña..
Esta estaba feliz, “le he hecho el amor, realmente con amor le he dado placer. !Qué maravilloso es esto!”, se decía, mientras abrazaba a su muñeca, la acariciaba y la calmaba. Se llevó su mano a la nariz y aspiró el maravilloso olor de mujer. No le importaba no haber ella tenido su orgasmo, el hecho de haberlo provocado en el objeto de su pasión la llenaba de una satisfacción que nunca había sentido. Volvió a besar a su amada, sonriendo por la cara de desmayo que esta tenía. Entonces, aunque se hubiera quedado allí con ella hasta el fin de los tiempos y hubiera repetido mil veces la experiencia, recordó lo que habia prometido respetar y se dio cuenta del porque de esas reglas. “Es lo mejor, que nos encontremos de a poco, con supervisión. Marg es formidable, es una mujer honrada que se gana su sueldo. Debo seguir los consejos de ella y las leyes del Internado. Ella tenía razon, la gran ganadora de todo esto es Molly”.
Despacio, la volvio a poner en la cama y tomó los afeites y cremas para acicalarla. Le colocó crema en la unión de las piernas con el cuerpo y en los plieges posteriores a las rodillas, en las axilas y en el cuello y en surco dorsal, donde jugó un momento con su anito. Molly se dejaba hacer, con los ojos semicerrados por la sensación agotadora de su reciente orgasmo. Luego le puso perfume en la parte posterior de las orejas, en codos y muñecas, en la parte superior del pubis y al hacer esto besó la bella vagina y finalmente en la parte baja de las nalgas, a las cuales obsequió con una palmada a cada una, que hizo que Molly se quejara y la mirara con ojos de reclamo.
Luego al abrir el armario fue Molly quien se irguió y con los ojos muy abiertos preguntó;”De donde salió esa ropa!?”. Entonces ella, que no acostumbraba ha hablar más de cinco palabras juntas, le explicó que las habia pedido vía telégrafo a Burlington, a la tienda general que había allí. “Tienes dos conjuntos nuevos, uno azul y otro amarillo, creo que empezaremos con el amarillo”. Vistio a una emocionada Molly, que le daba las gracias y un beso, que la besaba y le daba las gracias, mientras admiraba su nueva ropa, lazaba exclamaciones de emoción, la abrazaba y le decía que era maravillosa. Se movió tanto que la mayor tuvo que darle un par de nalgadas para que se esté quieta, cosa que lo logró por cinco segundos. Resignada ante tal despliegue de hiper actividad, la armera terminó de vestirla, encantada de sus arrumacos.
Al salir, Marg las esperaba, sentada en un banco que colindaba con el corredor. La armera tuvo que admirar su constancia, ¿cuánto habían demorado allí adentro?, sin embargo, no había rastro de impaciencia o cansancio. Le recordó que luego del almuerzo tendrían toda la tarde libre, recomendándole un paseo por el lago, que era muy hermoso en esa época del año, insistiendo que tenían que conversar, conocerse. Le pidió hacer un esfuerzo, sabía que la conversación no era su fuerte, pero necesitaba que Molly se familiarice con ella lo más posible. La idea, le recordó, eran que pasen juntas por el resto de su vida y para lograr esto primero debían conocerse, no volverse amigas, en el sentido clásico, porque ella era la dueña y la menor era su pupila, pero debían tener una familiaridad que las hiciera comprenderse sin hablar. “¡sin hablar!, ¿Molly?”, pensó para si misma la armera, sin embargo asintió mientras que conducía de la mano a Molly al comedor.
Me encató la historia. Espero ansiosa el siguiente capítulo. :-)
ResponderBorrarMe gustaría que pases por mi blog y que me digas tu opinión sobre mis historias
Borrarhttps://larevistadelpetticoat.blogspot.com/
ResponderBorrar