Así que empezaría por hacer que ella bañe a Molly siguiendo ciertas formas establecidas para que el baño sea lo más efectivo posible y tomara el menor tiempo. Los días en que había clase el baño debía durar unos diez minutos, un máximo de quince. Claro hoy era domingo, así que podían demorarse lo que ellas quisieran. Molly empezó a contar lo veloz que tenía que ser todo cuando se levantaba en días de clase y que si llegaba tarde la castigaban, que recordaba una vez que… “señorita”, la interrumpió Marg,”quedamos que me iba a dejarme explicarle las cosas tranquilamente a su dueña, ¿no?, así que por favor, calladita”. Molly asintió e hizo el geste de cocerse la boca, lo cual hizo sonreir a la armera que volvió a acariciarle el cabello. Marg continuó su explicación, recalcando que los métodos del colegio no eran improvisados, eran métodos que se habían probado y comprobado desde el inicios de la institución. Terminó diciendo que para que bañe a Molly, tendría que cambiarse la ropa que llevaba por lo que le había entregado. “Yo iré a preparar todo al baño, mientras señorita ud. ayudará a su tutora a cambiarse”.
Marg no le dio tiempo a la armera a replicar, se dirigió hacia el baño y pronto se oyeron los sonidos de alguien que está muy ocupado. Cuando vio hacia Molly, esta alargaba las manos para delicadamente empezar a desabotonarle el vestido. Se dejó hacer, mientras que su cerebro era un torbellino de ideas, que giraban tan rápido que sintió hasta que iba a marearse. “Me va a ver desnuda, nadie me ha visto desnuda”. Cuando contrataba a las pobres meretrices que le daban una limosna de place, solo permitía que le levantaran la falda y previamente ella no se había puesto los pesados interiores que comúnmente usaba. ¿Quién era la última persona que la había visto desnuda? Su madre seguramente, pero de eso hace décadas. Cuando sintió que Molly había abierto la espalda de su vestido y que delicadamente tiraba las hombreras para dejar su hombro desnudo, sintió pánico y estuvo a punto de resistirse.
Pero en ese momento Molly abandonó su espalda para hacerlo de formá más cómoda por el frente y mientras lo hacía, le sonreía y en susurros le decía:”tiene una cicatriz en la espalda ¿cómo se la hizo?, debió dolerle muchísimo, yo tengo una en el brazo, pero es chiquita y me la hice con una espina del rosal en el jardín y me dolió muchísmo ¿ud. sangró mucho?, a mi me salió hartísima sangre y me asusté muchísimo, Marg fue la que me encontró y me llevó a la enfermería, entonces la enfermera MacMurphy me dijo...”, ese dulce parloteo tranquilizó a la armera, que se dejó hacer, mientras veía a ese milagro maniobrar para sacar su blusa mientras le contaba de enfermeras, desinfectantes que ardían y vendas apretadas. La vio, extasiada que algo así podía existir, coger un pequeño banco para subiéndose a él, poder sacarle por la cabeza la primera prenda interior, una camisa sin mangas de amplio cuello de seda blanca que llevaba por debajo de la blusa, luego venda con la que sostenía sus senos desapareció mientras que Molly daba vueltas alrededor de ella sin dejar de hablar. No estuvo muy segura de haberse dado cuenta de como, pero de repente estaba desnuda de la cintura para arriba frene a la belleza, que sin ningún pudor se quedó viendo sus senos y sin tapujos de ninguna especie sennteció:”Son bonitos, me gustan”.
La armera sonrió sonrojada, mientras movía la cabaza de un lado a otro y le decía:”eres un pequeño diablo, deja de verlos y paseme la camiseta de gimnasia” pero el comentario le había encantado. Sus senos no eran esas impresionantes ubres que ella veía en ciertas mujeres, pero tampoco eran pequeños, y eran firmes pues ella siempre había hecho actividad fisica. Con su padre, cazaba y ellos mismos descuartizaban la presa, la adobaban y cocinaban. Andaba a caballo desde los doce y desde que recibió su herencia, había viajado por medio país, llevando equipaje ella misma, caminando cuanto fuese necesario. Así que si bien no tenía el atlético cuerpo de Marg, consideraba que el suyo no estaba en ruinas tampoco.
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